La acuarela, desde mi experiencia como alguien que no está familiarizado con este medio, me daba la sensación de estar lideando con el tiempo. La acuarela, si no es movida a través del papel, como que se seca y se adhiere a ella. Es instante y no espera, la acuarela solo actua.
Me fascinaron las estelas que dejaba la pintura a su paso. Soplaba las gotitas de color y estas empezaban a correr. Luego, si en el centro de fuga ponía otra pequeña gota de pintura o agua, y le soplaba de nuevo, estas seguían el trazo previamente labrado por la gota anterior. Me gustó ver cómo yo intentaba darle una dirección pero que la propia composición de la gota, a veces no cedía ante la dirección que quería darle.
Además fue un ejercicio que me permitió un acercamiento alternativo con mi mamá. Ella intervino al escribir, al contarme historias y a complementar esas travesías de la pintura, dándole así, el significado de conexión que buscaba.
Previo a esto hicimos un ejercicio de captura audiovisual y en él hice otro ejercicio de movimiento, todo con miras a conectar y una vez creado ese puente: trasmitir, dialogar y escuchar.
Uno de los instructores nos invita a explorar nuestras ideas a través de la variedad de medios. Estas exploraciones pueden dotar de nuevas significaciones a lo que estamos haciendo. Incluso hay ocasiones en las que encontramos, sin tener en mente algo en particular… de repente surgen ideas, se asoman y nos miran fijamente. Y ahí me pregunto ¿qué hago?

La imagen superior contiene, por un lado, el cabello de mi mamá y por el otro, un cabello mío. Pensar en las tradiciones que me fueron transmitidas y que se encuentran en constante lucha con las «life styles» de las redes sociales, me hacen pensar sobre el destino de esas costumbres. A partir de ese pensamiento surge la siguiente imagen.

Crear a partir de un medio desconocido me resultó divertido y retador. Me encantó la sensación de poder pintar con acuarela. Definitivamente me lanzaría a aprender a pintar o dibujar. Por ahora tengo estas piezas que surgen de una invitación, y culminan en un agradable encuentro creativo.
Este ejercicio, además resultó en una introspección por parte de mi madre, ya que ella a pesar de que estuvo rodeada en torno a una variante de la lengua indígena zapoteca, nunca lo aprendió. Mi abuela sabía hablarlo, más nunca le quiso enseñar. Esto me habla de la capacidad consciente, a veces inconsciente, de obstruir las vías de transmisión, ya sean recetas, idiomas, palabras, fotografías, tradiciones y demás. «Batsas lu», que según mi madre, cree que significa algo así como «¿Dónde vas?» es una obra que pinté con la intención de ilustrar que a veces, hay cosas que son inevitables de no transferir. Cada quien ve esa característica transmitida como quiere: como un acompañante, un recuerdo, una carga, un tedio, como un orgullo o vergüenza.